Descubrí de casualidad la poesía de Manoel de Barros con una obra de teatro "O homem de Barros", donde un andarillo nos hablaba de hormigas, de abandonos, de árboles, de tonterías profundas y de cosas inútiles, todas ellas materia de poesía. Salí encantado con aquella colección de despropósitos poéticos y fuí atrás de sus libros, de sus travesuras con las palabras y ya nunca más volví a ser el mismo. Yo también quería cargar agua en el tamiz, en la cernedora, porque la poesía es la infancia del idioma, la locura de las palabras.
Aquí os dejo un poema (una imposible traducción del portugués). Espero que os guste.
EL RECOGEDOR DE DESPERDICIOS
Uso la palabra para componer mis silencios.
No me gustan las palabras fatigadas de informar.
Le doy más respeto a las que viven de barriga en el suelo
Tipo agua, piedra, sapo
Entiendo bien la música de las aguas
Le doy respeto a las cosas desimportantes
Y a los seres desimportantes.
Doy más valor a los insectos que a los aviones
Doy más valor a la velocidad de las tortugas que a la de los misiles
Tengo en mí ese atraso desde que nací
Y fui preparado para que me gustasen los pajarillos.
Tengo abundancia de ser feliz por eso
Mi quintal es mayor que el mundo
Soy un recogedor de desperdicios:
Amo los restos como las buenas moscas.
Quería que mi voz tuviese un formato de canto.
Porque yo no soy de la informática:
Yo soy de la invencionática.
Sólo uso la palabra para componer mis silencios.
Manoel de Barros: Memorias inventadas: La infancia.
São Paulo, Planeta do Brasil. 2003
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