Caetano & Drexler, un encuentro así tenía que ocurrir un día de estos y así ha sido. Según el feisbuk de Drexler la foto es en Bogotá / Colombia. ¿Qué hacían allí estos dos genios de la música intimista contemporánea? No tengo ni idea, pero la foto parece más que un abrazo, parece "um abraçaço".
jueves, 21 de noviembre de 2013
Caetano & Drexler
Caetano & Drexler, un encuentro así tenía que ocurrir un día de estos y así ha sido. Según el feisbuk de Drexler la foto es en Bogotá / Colombia. ¿Qué hacían allí estos dos genios de la música intimista contemporánea? No tengo ni idea, pero la foto parece más que un abrazo, parece "um abraçaço".
lunes, 11 de noviembre de 2013
Mucho Facebook, ¿poca concentración?
Mucho Facebook, ¿poca concentración?
La obsesión por consultar las redes sociales y WhatsApp hace aflorar un nuevo fenómeno: la atención parcial continua.
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales).
Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.
Algunos autores han alertado sobre los efectos que estos procesos tienen en la mente. Lo hizo Nicholas Carr, quien decidió abandonar la vida ultrainformada y se mudó a las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil e Internet llegaba mal, con su obra Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Y también Manfred Spitzer, director de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neuronas y el Aprendizaje, con Demencia Digit@l. El primero resumía así los efectos de Internet en sí mismo: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo”. ¿Le está pasando eso a más gente? ¿Le cuesta zambullirse en un libro o ha dejado de hacerlo por comprobar sus mensajes en Facebook?
Spitzer, por su parte, escribe lo siguiente en su libro (editado en español por Ediciones B): “La afirmación de que la competencia en las nuevas tecnologías tenga una correspondiente repercusión positiva no ha sido demostrada en absoluto por el momento. Es estúpido también que justamente la neurociencia sospeche antes bien lo contrario. Y es que algunos estudios demuestran que el cerebro crece justo allí donde se utiliza. Y el enunciado al revés es también válido. Si no se utiliza el cerebro, entonces se atrofia”. A Spitzer le preocupa cómo afecta el aumento de la tecnología en el cerebro de los niños. Su opinión es que tener más acceso a estas pantallas no les viene bien: “La utilización de ordenadores en edades muy tempranas en la guardería puede motivar trastornos de la atención, y a una edad posterior, todavía en edad preescolar, puede conducir a trastornos de la lectura”.
Desde la Federación de Editores de España, sin embargo, no creen que los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado, es el sector más lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la federación, cuyo Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su tiempo libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer digitalmente, a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente más la necesidad de comentar lo que lee con todo el que pueda”.
Eva Martín, madrileña de 13 años, está de acuerdo con Ávila. Ella juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook y Twitter, pero también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo tiempo para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que es misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he escrito un cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo mágico, que es la puerta a una casa muy extraña”.
¿Se nota el cambio en los institutos? Según Amparo Torralbo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de la primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!, pensé. Vemos errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas tecnologías y veo que afecta a los chicos, a su expresión, porque te plantan una abreviatura enseguida”. En cambio, mantienen el nivel de lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo que antes, pero de otra manera, se lo descargan en vez de comprar el libro físicamente. Cambian el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e intereses. Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo tiene un hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana.
Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente desde su móvil. “Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo Cincuenta sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista: confiesa que le cuesta ver una película entera. “Es que son dos horas, se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me pasa más rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se ha vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”.
José Antonio Luengo, psicólogo educativo, imparte clases de Técnicas de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela y dice que, aunque la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree. “Es cierto que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y a las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de comunicación diferentes a los ordinarios, pero que también son importantes. Lo importante, lo que debemos estudiar, es si en la escuela se introduce y se trabaja de forma eficaz la interpretación de textos y la escritura en formato digital. Es importante que sigan manejando el libro en papel y de esto depende que en educación primaria lean textos y hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir haciendo en la escuela”.
No hay que mirar hacia otro lado porque los adolescentes viven en la era digital y se comunican con todo el mundo, opina Luengo. El experto cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades para la lectura digital. “El profesor tiene que saber que hay una serie de habilidades que él puede aprender. Esa es una asignatura que tiene el docente también para la que no estamos suficientemente formados”. A pesar de todo, Luengo cree que el cambio no está afectando a la capacidad de lectura de los más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el Facebook, están adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros chicos cuando elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro sobre blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado tiempo en ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada. La captura no es la misma cuando lees una página en papel sin interrupciones. En la lectura digital hay una cierta dispersión. Vas de una pantalla a otra, el texto te lleva a un vídeo y luego a un mapa, y la concentración es menor, aunque la cantidad de lectura es mayor”.
Según los expertos, hay un nuevo fenómeno que afecta cada vez a más personas: la atención parcial continua. Es lo que sucede cuando pasamos mucho tiempo ante una pantalla, “que estamos pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar nada”, describe Luengo. “Algo así como ‘el que mucho abarca poco aprieta”. Para luchar contra el fenómeno, cree que debemos buscar un equilibrio. “El libro en papel nos permite una vida interior que es indispensable vivir y que no es tan fácil de experimentar cuando se está ante una pantalla que permite ir de un sitio a otro. Hay que equilibrar el abordaje de los textos. Porque la incapacidad que estamos observando en los alumnos les impide tener ese mundo interior. Es importante que interpreten bien lo que leen. Les digo, pinchad y leed, pero volved a la página original y haced anotaciones de lo que habéis leído”.
Isidro Moreno, profesor de Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, incluye una nueva referencia: el conocimiento puzle. “Internet y todos los dispositivos móviles hacen que los jóvenes interpreten el mundo mediados por las tecnologías, se crea un conocimiento puzle o una sociedad mosaico. Mis alumnos manejan los medios con bastante soltura, pero se quedan solo en la parte externa de los medios, no profundizan. No les da tiempo, nadie les ha preparado y los profesores no estamos preparados en ver qué hay detrás”. “Todo esto va en detrimento de la lectura clásica, tradicional”, continúa Moreno. “Pero nos falta tiempo y sosiego para sentarnos y leer. Y cuando a los más jóvenes se lo facilitas, lo hacen, pero hay que facilitar que se dé esa situación y crearles la necesidad. Por suerte la gente joven es muy lista”.
La gente que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes
En la Fundación Sánchez Ruipérez han hecho varios estudios (en los que han participado 300 personas) sobre el impacto de la lectura digital en menores y adultos. “Desde 2008 defiendo que lo digital va a cambiar la forma de leer”, dice Luis González, director de la fundación, que explica sus conclusiones: “Esta fundación cree que lo importante no es obsesionarse con cuánto leen las personas. Todos los estudios que manejamos nos dicen que los niños leen más ahora que los de hace 10, 20 y 30 años, tanto en número de libros como en frecuencia. La gente que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes. Luego, en el caso de las tabletas hay otro componente positivo y es que conecta unos con otros, al contrario de los libros confinados. La desventaja es que, al tener Internet en la tableta, me salen comunicaciones continuamente y me despisto. A partir de ahora vamos a tener varios tipos de lecturas: una lectura de navegación muy superficial y esa forma de ojear se va a trasladar a la lectura de libros digitales. Y luego va a haber una lectura más pausada”.
González recuerda la primera vez que leyó en un Kindle: “Subrayé una frase y el aparato me informó de que 17 personas en el mundo habían subrayado la misma frase. Me pareció muy potente e inquietante”. Él también alude a la necesidad de buscar un equilibrio. “La lectura profunda es fundamental porque te genera una capacidad de abstracción mucho mayor, te obliga a mantener un concepto a lo largo de muchas páginas. Si nos dedicamos solo al pimpam pimpam, nos devaluamos como lectores. Yo ahora me defino como un lector posdigital. Personas que hemos asumido esto y nos reencontramos con la lectura en verano y nos entregamos a una lectura más lujosa y placentera que cuando solo teníamos el papel”.
Cómo mejorar la lectura digital
Consejos elaborados por el psicólogo educativo José Antonio Luengo para mejorar la lectura digital de los jóvenes:
- Cuando entre a través de la pantalla en un texto del que tenga que sacar conclusiones, no dude en seguir determinadas orientaciones del propio texto que te lleven a otras referencias, no dude en moverse siguiendo sus consejos. Pero hágalo con un cuaderno y un lápiz a mano para ir registrando ideas y observaciones.
- Al terminar la lectura del texto, elabore un resumen de lo que ha leído en seis o siete líneas. No se vaya a la cama o a jugar con la videoconsola sin haberlo hecho antes. Si no ordena las ideas, las perderá y olvidará.
- Después de haber sacado una idea, de haberte ido a otra página, de haber hecho un esquema, procura volver a leer el texto original en una situación en la que no interrumpa nada, sin pinchar los hipervínculos, como si estuviera leyendo en un libro.
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/10/actualidad/1384115247_184450.html
domingo, 10 de noviembre de 2013
El oficio de escribir
Os dejo aquí el discurso de agradecimiento del escritor español Antonio Muñoz Molina en los Premios Príncipe de Asturias 2013.
El oficio de escribir
Escribir
empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria.
Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se
convierten en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación
poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta
agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero
que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y
permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se
siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque
todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia
grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual
que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea
práctica: uno hace algo que le gusta mucho y que a costa de aprendizaje y
empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para
sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de
llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de
ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa
a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento
musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno,
un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso
de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien
cocinado, una película, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una
frutería.
Hay
algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier
otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más
intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y
la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mediante las
palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un
cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos
particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos
teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan,
doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas
el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos
humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus
variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras,
hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don
Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.
Nos
dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a
un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad,
la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa
entre el mérito y el reconocimiento.
Quien
escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un
artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor.
Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del
resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al
amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo
mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo
que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una
extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible,
al talento verdadero que no brilló en vida.
El
desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de
incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y
el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen
angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia
entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven
menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus
beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes
mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien
hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un
país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el
antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.
Aun así,
y dejando las responsabilidades de la ciudadanía en el lugar que les
corresponde, el único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del
oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los
cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia. Escribir
aceptando y disfrutando la soledad y agradeciendo el entramado de otros oficios
fundamentales que lo convierten en uno de los oficios menos solitarios y más
colectivos del mundo, como es solitario y colectivo el del músico y el del
científico; agradeciendo el oficio del editor, del corrector de pruebas, del
traductor, del librero, del crítico, el de otros escritores de los que uno
aprende admirándolos, el oficio del que enseña a leer y del que trasmite en un
aula el amor por la literatura; agradeciendo el oficio más placentero de todos,
que es el del lector. Escribir con el miedo a no tener lectores y con el miedo
a perderlos, sobreponiéndose lo mismo a los elogios que a las heridas. Escribir
porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como
cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir
porque sí.
En 1981
se entregaron por primera vez estos premios y vuestra alteza presidió en ellos
su primer acto público. Aún se vivía entonces bajo el trauma sombrío y reciente
de una tentativa de golpe de estado. En su discurso de agradecimiento, el poeta
José Hierro aludió con alegría y
alivio, pero también con plena conciencia del peligro, al “aire de libertad que
respiramos”. Ese aire, a pesar de todos los pesares, lo seguimos respirando 32
años después, que constituyen el período más largo de libertad que se ha
conocido en la historia entera de nuestro país. Es importante recordar estas
cosas ahora, cuando el porvenir parece en muchas cosas tan incierto como
entonces. En este tiempo se ha hecho adulta la generación entera que nacía por
entonces, que es la de mis hijos. Sus vidas son ya más difíciles de lo que
imaginábamos hace sólo unos años, pero es importante recordar que también
aquellos tiempos de 1981 nos parecían amenazadores cuando nosotros los
vivíamos. Y sin embargo no hemos dejado de respirar el aire de libertad que
celebraba José Hierro. Sin esa respiración no habría sido posible la generación
literaria a la que yo pertenezco. Incluso nos hemos acostumbrado tanto a ella
que corremos el peligro de no saber ya apreciarla. Es nuestra responsabilidad
salvar lo que ganamos gracias a que muchas personas hicieron y hacen bien sus
oficios, privados y públicos; y también reflexionar con urgencia sobre todos
los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir. En esa
tarea colectiva los oficios de las palabras podrán ser más útiles que nunca.
Incendios de fuego azul
Umbral había hablado del título de este libro antes de publicarlo y parece que iba a ser una novela sobre Madrid y el tardofranquismo, sin embargo aquel proyecto lo olvidó y utilizó el título para una especie de "memorias periodísticas" con muchos nombres propios y algunos amores diurnos. Únicamente destacaría el capítulo dedicado a "Mortal y rosa", donde define el libro como "una anti-novela sobre los itinerarios de la nada".
Aquí os dejo este capítulo íntimo y sincero del Umbral más lírico, enloquecido por un dolor innombrable y absurdo.
FRANCISCO UMBRAL
"Días felices en Argüelles" (2005)
MORTAL Y ROSA
No sé ahora quién fue primero, si el niño o el libro. Quiero decir que un niño entrañable o un libro entrañable se instalan en nuestra vida con naturalidad y silencio. Vienen desde siempre y van más allá de nuestro siempre. Uno se encuentra metido en faena, metido en niño, metido en libro sin saber bien cómo ni cuándo. Hay cosas que enriquecen la vida, como un libro o un niño. Los escritores sabemos bien que no es un tópico eso de haber parido un libro o haber escrito un niño. Lo que no comprende uno es cómo su propia vida ha podido llegar hasta aquí sin libro, sin niño, sin algo.
A lo que más se parece este dulce intrusismo de las cosas es al amor, claro. El amor no necesita decir su nombre porque ya sabemos que es el amor. Una dimensión enriquecedora de nuestra vida de la que no se sabe, ya digo, cómo habíamos podido prescindir hasta el momento en que aparece. Yo estaba sentado a mi máquina con toda naturalidad escribiendo de un niño real que primero había sido un niño literario. El niño había traído consigo a la madre como un gato trae otro si nos hemos portado bien con él.
A la madre, sí, la trae el niño, el hijo, y no a la inversa. La madre no tiene cualidad de madre hasta que no se la da el hijo. Éstas son reflexiones que hago ahora sobre mi libro, pero creo más o menos que la cosa fue así. Tampoco sé cómo empecé a escribir el libro, Mortal y rosa, y cómo Pedro Salinas, el único 27 con el que no me había comunicado nunca, me hizo llegar esos dos versos luminosos y absolutamente certeros, de los que a mi vez pude sacar el título del libro. Sólo recuerdo que escribía sonámbulo, por las noches, con mucho valium, a solas en la casa. Una traductora del libro al francés me dice que la frase que más le impresionó fue ésta: «Estoy oyendo crecer a mi hijo.» Estaba oyendo crecer a un niño, al mundo, a la noche, a esa cosa maternal que tiene la luna cuando se queda preñada. El libro iba creciendo mientras lo demás iba muriendo. El libro ocurre en una casa, en un hospital, en una playa y poco más.
Por el libro pasan los tucanes y todas esas aves acuáticas de las que dijo Quevedo, por el exceso de su pico, todo tú eres cuento de niños. Por el libro pasan los montones de fruta como incendios de fuego azul, los niños aplastados por una camioneta, los parques alegres con una alegría un poco cementerial, los caballos de peluche, que son los que más corren, y los señores austeros, de bata blanca, que calculan con una varita en la mano la duración del día, la duración de una vida. Por el libro paso yo, desesperado o dormido de valium y cansancio, por el libro pasa la madre, pasa una madre, pasan todas las madres en vela, por una razón o por otra, y todas son madres del niño que se duerme en una mecedora. Yo soy más madre que todos los padres.
Cuando recibió el paquete, Vergés, el editor, me dijo «esto sí que había sido un Premio Nadal». Pero el Premio Nadal ya me lo había dado y el hombre no sabía qué darme a cambio de un libro que le emocionaba tanto. Sin embargo, Mortal y rosa no fue una revelación, un estallido, nada inmediato, sino que se fue abriendo paso poco a poco y yo esto lo advertía por los conocidos y desconocidos que cruzaban la calle para felicitarme. Las mujeres, directamente, lloraban. De entre los hombres, recuerdo a Carlos Saura como el más conmovido, emocionado y contento con el libro. «Qué bien, Umbral, que hayas hecho este libro, qué alegría me has dado, qué bien para todos.» En todo entusiasmo personal hay siempre unos elementos diversos que llevan al estado de sinceridad y comunicación. La primera traducción de Mortal y rosa me la localizó Pitita Ridruejo en una librería de Nueva York. Luego han venido todas las demás traducciones, tesis, estudios, ensayos, cosas. Me avergüenza todo lo bueno que se dice de este libro porque yo sólo pretendía hacer el diario íntimo de un niño y sus tucanes.
Hay unanimidad, esa unanimidad sincera que se da en la vida, pero no en la política, en torno a un libro mortal y rosa donde dejé rubricada para siempre la muerte y la rosa, la infantil muerte color de rosa.
Tengo traducciones al holandés de este libro y también a otros idiomas, y lo que me asombra es que la sensibilidad humana sea tan unánime y lo que emociona en Amsterdam pueda emocionar igualmente en París o Madrid. Así pues, es un libro que me permite creer en la unanimidad del bien, aunque en sus páginas se predique con mucha insistencia el mal.
Por fin la literatura sirve para algo cuando a mí me fascinaba por su inutilidad. Sirve para que las gentes de cualquier país lean y sientan y vivan y mueran lo mismo que las gentes de otro país. A partir de ahí podríamos entendernos un poco, digo yo, me parece a mí. Mortal y rosa salió en 1975 y su vigencia es creciente. Ayer mismo he recibido otra traducción al francés de manos de una traductora belga. Los hombres se limitan a gestionar la traducción de lo que les gusta, pero las mujeres, además, te comunican o te devuelven todo lo que les ha dado el libro.
Un crítico literario diría que Mortal y rosa es la antinovela lograda porque cuenta los itinerarios de la nada para resolverse en nada absoluta. Lo dejo para otro día, pero quizá siga escribiendo cosas sobre Mortal y rosa porque el libro tiene más vida que yo.
sábado, 2 de noviembre de 2013
Paulinho Moska: Muito pouco para todos (2013)
Del amor y del olvido
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"MUITO POUCO PARA TODOS" (2013)
Moska conmemora 20 años de carrera musical con un disco y un dvd que va a conectar con un público, al que le gusta escuchar melodías alegres (sin mucho ruido de fondo) y letras inteligentes, que hablan del amor y de la saudade que deja el amor cuando éste se va definitivamente de una parte y de un tiempo de nuestras vidas.
Moska es optimista y nostálgico y tiene el ritmo contagiante de la mejor música brasileña.
Y además nos regala su poética visual en forma de imágenes y videoclipes que aparecen en el fondo del escenario para complementar sus canciones "azules" del amor y del olvido.
LISTA DE CANCIONES:
01. Semicoisas
02. O Tom de Amor
03. Sinto Encanto
04. Deve Ser Amor
05. Soneto do Teu Corpo
06. Reflexos e Reflexões
07. A Seta e o Alvo
08. Lágrima de Diamantes
09. Provavelmente Você
10. Waiting For The Sun To Shine
11. Oh My Love, My Love
12. A Idade do Céu
13. Nuvem
14. Pensando em Você
15. Quantas Vidas Você Tem?
16. Somente Nela
17. Namora Comigo
18. Canção Prisão
19. Devagar, Divagar ou de Vagar?
20. Muito Pouco
21. Imã
22. Um Móbile Furacão
23. Tudo Novo de Novo
24. Admito que Perdi
25. O Último Dia
26. Saudade ( Bônus Track) (Ao Vivo)
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