"A veces, cuando me va ganando como una cosquilla de cuento y cae la noche y enciendo el portátil y aparece frente a mí la pantalla en blanco y miro las veintinueve letras del alfabeto español desordenadas en el teclado de toque suave y me trato de estúpido, (¿para qué un cuento, al fin y al cabo, por qué no abrir un libro de otro cuentista, o escuchar uno de mis discos?), pero a veces, cuando ya no puedo hacer otra cosa que empezar un cuento como quisiera empezar éste, justamente entonces me gustaría ser Julio Cortázar.
Hace unos días encontré una foto de Anais, puesta como señalador en nada menos que un libro de poemas del viejo Benedetti, que ella me había regalado tiempo atrás, después de descubrir que estaba autografado por el autor y ella no lo recordaba y su foto apareció por mera acción de la gravedad en una mudanza de hace dos años, sacar una brazada de libros viejos de la estantería y ver asomarse la foto, tardar en reconocer a Anais.
Anais, Anais, era el nombre de un perfume caro que venden en frascos pequeños y podría ser tal vez como un veneno para el incauto que siguiese su rastro. Aquella primavera de hace ya algunos años, yo, casi sin querer probé de ese licor. Días azules, películas de Budialen, discos de Jobim, viajes a Lisboa, trabajos esporádicos bien remunerados, tardes libres para no hacer nada, y poco a poco ir alejándose de los amigos y caer inevitablente en la red de Anais, tela de araña donde estuve atrapado aquellos años...
Absurdo que ahora quiera contar algo que no fui capaz de conocer bien mientras estaba sucediendo, como en una parodia de Proust pretendo entrar en el recuerdo como no entré en la vida para al fin vivirla de veras. Pienso que lo hago por Anais, finalmente quisiera escribir un cuento capaz de mostrármela de nuevo, algo en que ella misma se viera como no creo que se haya visto en ese entonces, porque también Anais se movía en el aire espeso y sucio de aquella ciudad, donde desde su apartamento se podía ver el perfil de titanio de aquel extraño museo de arte moderno, a la orilla del río Nervión.
Poder arrancar a Anais de esa imagen confusa y manchada que me queda de ella, de mis cartas nunca respondidas, de mis poemas nunca leídos. Pretender contar esta historia desde la niebla, desde cosas deshilachadas por el tiempo. Al fin y al cabo quién sabe lo que es realmente el tiempo. Sólo ahora sé de veras lo que pasa, y es que nunca supe gran cosa de lo que había pasado, quiero decir las razones profundas de ese tango barato que empezó con Anais, desde Anais y que yo quise rescatar de mi memoria".
Texto "plagiado" del relato "Diario de un cuento" del libro "Deshoras" (1982) del escritor argentino Julio Cortázar.
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