jueves, 22 de marzo de 2012

La poética de la realidad




LA POETICA DE LA REALIDAD

Arcadi Espada, el día de las necrológicas literarias dijo sobre Umbral: "Ha muerto joven, ha muerto en los periódicos, día a día en sus columnas. Fue un hombre dotado de una gran capacidad verbal que trabajaba la poética de la realidad. Sus columnas eran ejercicios poéticos".


El Mundo, lunes 29 de Agosto de 2007

Fue columna

ARCADI ESPADA

Decía Jaime Gil de Biedma, no recuerdo bien si citando a Eliot, que, más que poeta, él habría querido ser poema. No hay mejor descripción del trabajo de Umbral. El fue columna antes que columnista, antes que escritor o que poeta. El último escritor/personaje del periodismo español. La hora de su muerte no debe añadir misterio ni redención a su estilo. Era el tipo de hombre que va echando palabras como si la columna fuese una ruleta y que, pacientemente, va comprobando los efectos. Así lo hacen tantos poetas. A diferencia de la mayoría de ellos, sin embargo, Umbral no trabajaba con los riachuelos de la vida, que es el morir, sino con las grasientas tuberías de la actualidad. Confiaba que al menos una vez por párrafo se produjera aquel incendio de sentido que Michel Leiris advertía en el choque más o menos fortuito de las palabras. A veces se producía. Los años, el tiempo, el estudio y la buena fe establecerán si fue un ser de lejanías o un tren de cercanías. Aunque sospecho que sufrió como pocos escritores por el valor de su obra y por lo que hiciera con ella el futuro: no fue un cínico, por más que en muchos momentos de desesperación vendiera sus hallazgos verbales como si fueran abalorios y nosotros sus indios. Cuando dijo en la tele, en ocasión famosa, yo he venido a hablar de mi libro, se manifestaba completamente en serio. Hoy su abrupta intervención causaría un asombro risueño. Quizá fueran él y su frase la última vez que se habló verdaderamente de literatura en televisión.

Todas estas consideraciones, más o menos precarias, empalidecen ante la constatación de hasta qué punto la muerte de Umbral afecta, y de un modo profundo, personal, a cualquiera que haya leído periódicos en los últimos treinta años. Umbral, su dacha, sus jais, su pan, su cuando entonces, nos dio conversación diaria en estos treinta años, y ahora esta conversación se ha acabado. Las innumerables palabras que torneó para nosotros, y que usábamos ligera y despreocupadamente como nuestras, vuelven a ser sólo suyas con su muerte. Todo gran escritor disfruta de estas victorias póstumas, tan extrañas. En cualquier caso, esa larga conversación de periódicos es una de las grandes colecciones de la reciente cultura española y uno de los modos más seguros de averiguar cuál fue el spleen de nuestra vida en el último tramo del siglo veinte. No se trata, fiel a su naturaleza profunda, de que describiera con mayor o menor brillantez o fortuna la transición moral española. El fue esa transición, y hoy lo lloramos con la atención especial, algo interesadilla, que merece la muerte de los escritores capaces de hacernos tocar el tiempo.

(Coda: «Hay teatro del absurdo y poema surrealista en eso de llevarse uno flores a sí mismo todos los días. Yo lo venía haciendo durante muchos años sin saber por qué ni para qué. Y hasta creía que el artículo era por ganarme la vida. Y era por ganarme la muerte.» Umbral, El columnista, EL MUNDO, 10 de enero de 1998)

                          

El Mundo, Lunes de 3 de Septiembre de 2007

Cuándo, cómo y dónde

ARCADI ESPADA

«Aunque eso ahora ya poco importa», leo que dice la profesora Anna Caballé después de asombrarse de que las necros de Umbral insistan en que murió con 72 años y eludan la evidencia de que nació en la inclusa de Madrid, de padre desconocido. ¿Cómo que poco importa ya? Los mutis desmayados de la profesora Caballé siempre me provocaron gran nerviosismo. Esta de su muerte es precisamente la hora del Código Civil, la hora grande de la prosa stendhaliana, el signo de la cuna y de la tumba. La commedia è finita! Umbral no escribirá más sobre nada ni manejará literariamente fechas, soles, padres o hijos. La autoficción siempre acaba con el epitafio. ¡Ahora hay que dejar paso a la ficción crítica! Pero antes de que empiece, y dado que los periódicos han publicado la fecha exacta de su muerte y se han referido incluso al último sol de las uvas que amaneció en su boca, es imprescindible que se sepa cuándo, cómo y dónde Francisco Umbral.

Ese lead modesto es la obra hasta ahora principal de la profesora, que en septiembre de 1999, en el número 4 del Boletín de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona, anunciaba: «Ya casi todo el mundo sabe que Francisco Umbral es un nombre literario. El nombre que figura en su carné de identidad es el de Francisco Pérez Martínez y nació en la inclusa de Madrid el 11 de mayo de 1932 (y no de 1935, como asegura la leyenda». Al igual que cualquier otro relato científico (también le pasa a las metáforas aunque tantos metafóricos lo ignoren) este párrafo es falsable. Pero el que se aventure deberá encararse con el registro civil. Es con aliados de similar calibre con los que se sostienen muchos otros de los datos que luego de este párrafo reunió la profesora en "El frío de una vida", la que llaman «biografía no autorizada» de Francisco Umbral (queriendo decir, supongo, que es la única), y cuya sola mención se ha eludido estos días como peste en el duelo por el escritor. España es ese país meramente poético que ni acierta a contar sus muertos (aún hoy no dejan de decir que fueron 192 las víctimas del atentado del 11 de marzo) ni sabe poner entre paréntesis una vida. Ni sabe ni, lo que es mucho peor, le importa.

Anduve cerca cuando el trabajo de la profesora sobre Umbral. Sé bien con qué paciencia, rigor y drama siguió las huellas de un escritor que admiraba profundamente. Y sé también que algunas delicadas certezas que reunió sobre su vida no pasaron el cedazo de su prudencia crítica. Como me pasó siempre con su método (y hasta con su modo) las obstinaciones psicoanalíticas me fatigaron hasta el malestar físico. Creo también que sobrealimentó la presunta comodidad de Umbral con el franquismo y que yerra, aunque es un yerro muy común, al no entender que el periodismo de Umbral es mucho más importante que "Mortal y Rosa", esa cumbre del género ídem que Josep Pla puso por las nubes diciendo que «con un poco menos de lirismo también nos habríamos arreglado». Pero Umbral tuvo suerte con la profesora Caballé: en España casi ningún escritor ha podido leer su vida. Aquí un escritor sólo alcanza a leer (¡en vida!) sus necrológicas.

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