Después de los veintitrés me hice miope y me compré unas gafas para ver las cosas que estaban lejos. Recuerdo que la realidad con aquellas cristales mágicos se volvió más nítida y transparente. Sin embargo/porém me costó adaptarme a aquellas primeras gafas, y por eso me las olvidaba en casa y las clases en la facultad eran una especie de niebla confusa de conceptos que no entendía.
Ahora, después de los cuarenta me ha llegado el mal de la vista cansada, que técnicamente se llama "presbicia" y he tenido que cambiar mis viejas lentes por unas gafas multifocales y de nuevo la realidad parece diferente, brillante y un poco menos confusa.
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