Encontré hace algunos días los primeros poemas que publicó Francisco Pérez Martínez, un heterónimo de Pacumbral en una revista de León, allá por el año 1954-55 y los dejo aquí escondidos en este blog "nocturno, noctámbulo y nocherniego". Tenía tan solo 22 años y parecía estar incapacitado para la felicidad, esos instantes de plenitud que tal vez podrían reconciliarlo con su pasado. No sé porqué no aparecieron en su "Obra poética" publicada en 2009. Tal vez eran el fruto prematuro de un poeta que eligió la prosa de los periódicos para "festonear" la actualidad con la rosa y el látigo de sus palabras.
1.
Te miré hasta el final de tu mirada
liberando mis ojos en el cielo
lento de tus pupilas. Quieto vuelo
de mi alma en tu altura desvelada.
Honda y serena plenitud distante
de la luz que en tus ojos se remansa,
claro contacto de la hoguera mansa
que te revela y besa en cada instante.
¡Qué juventud de azules en tu frente
propicia al infinito atardecido
gloriosamente han sobrevivido
A la luz en cada flor ausente.
Gloriosamente sueñas en la tarde
que te eterniza en su postrer alarde.
F.P. (1954)
2.
Las dichas van en tropel
y no acierto con la mía.
Todo yo en pos del corazón,
¿y el corazón en pos de qué?
Le basta con detenerse
en su perpetua busca
para ser en centro del universo,
pero el instante de la plenitud
siempre le sorprende lejos,
ganando en botín y aventura
su propia juventud al tiempo.
Te miré hasta el final de tu mirada
liberando mis ojos en el cielo
lento de tus pupilas. Quieto vuelo
de mi alma en tu altura desvelada.
Honda y serena plenitud distante
de la luz que en tus ojos se remansa,
claro contacto de la hoguera mansa
que te revela y besa en cada instante.
¡Qué juventud de azules en tu frente
propicia al infinito atardecido
gloriosamente han sobrevivido
A la luz en cada flor ausente.
Gloriosamente sueñas en la tarde
que te eterniza en su postrer alarde.
F.P. (1954)
2.
Las dichas van en tropel
y no acierto con la mía.
Todo yo en pos del corazón,
¿y el corazón en pos de qué?
Le basta con detenerse
en su perpetua busca
para ser en centro del universo,
pero el instante de la plenitud
siempre le sorprende lejos,
ganando en botín y aventura
su propia juventud al tiempo.
F.P. (1955)
3.
Tengo la dicha en mí
y no acierto a alegrarme con ella.
Me la siento de algún modo,
habitándome confusamente.
me la ven los demás
y me la veo en ellos.
Su luz de tan dentro
es ya la que alumbra fuera.
Mas, voy a mirarla a solas
y se me torna tristeza.
F.P. (1955)
4.
En la alegría soy múltiple
y en la tristeza uno.
y después de cada alegría
y de cada tristeza,
esto que de mí me queda
para seguir siendo yo,
para reconocerme una vez más,
y que es ya el principio
de nueva lucha y esperanza.
De la pasión a su nostalgia,
mi juventud siempre a salvo.
F.P. (1955)
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