El País, Suplemento “Babelia”, Sábado 28 de Septiembre de 2013
Brasil quiere conquistar al mundo con la vitalidad de su
cultura y su arte
WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Brasil aceleró su viaje al futuro hace veinte años. Y
ahora lo alcanza con fuerza ofreciendo una pirotecnia planetaria de las artes.
En los noventa, empezó una carrera para impulsar sus diferentes manifestaciones
artísticas, apoyar la creación y promover toda su cultura por el mundo. Ese es
el momento en el que se encuentra ahora. Sin abandonar, ni renegar de sus
tópicos, pero sin dejarse asfixiar por ellos. No quiere seguir siendo
prisionero del imaginario colectivo, ni dar solo lo que el mundo espera de él
de acuerdo con esa mitología. Ahora el propio país es el principal tema de sus
artistas.
Brasil quiere conjurar imaginarios arraigados y por
venir. Y ha encontrado una pareja ideal para su esplendor económico: la
cultura. Al igual que en lo financiero, en lo cultural todo son cifras
gigantes. Los siguientes números lo definen: en la última década ha aumentado
un 900% su presupuesto para cultura. Este año el ministerio dispone de 1.153
millones de euros, a los cuales hay que sumarles 800 millones en concepto de
incentivos fiscales. Quieren diversificar su imagen y su presencia
internacional para, según Rita Beret, agregada cultural de la Embajada en
España, “dar visibilidad a otros aspectos de la cultura brasileña, más allá de
los tradicionalmente difundidos como son la música popular, el carnaval y el
fútbol”.
Brasil quiere conjurar su aislamiento en el mundo. El
idioma portugués, cuya musicalidad y sonoridad gusta a todos, ha sido un
obstáculo debido a su poco peso geopolítico global. Una manera de potenciar su
visibilidad es el nuevo canal internacional Arte 1, dedicado a la cultura, y
del reforzamiento del programa de radio The Brazilian Hour, que se emite las 24
horas en cuatro idiomas (portugués, español, inglés, francés).
Cuna del mestizaje étnico y cultural entre los nativos,
Europa y África, Brasil ha dado nombres inmortales de artistas como Cândido
Portinari y Tarcila do Amaral o escritores como João Guimãraes Rosa y Joaquim
Maria Machado de Assis.
El ritmo de su historia empezó a cambiar a mediados de
los noventa tras la caída de la presidencia de Fernando Collor, lo que dio como
resultado la creación de nuevos modelos de financiación, asegura Walter Salles, uno de los cineastas
brasileños más relevantes. El vistazo atrás que hace Salles del pasado reciente
sirve para entender este presente: “En
1989, en el instante en que el país pensaba haber redescubierto el camino de la
democracia, la cultura brasileña sufre un nuevo trauma con el caos económico y
social deflagrado por el Gobierno de Collor. De las 5.000 salas de cine que
existían, solo seguirían abiertas apenas 700 cuatro años después de su elección
como presidente”. Junto al calvario del cine, las otras artes.
Hasta que se va Fernando Collor. Ahí se produce el cambio
de paso y una misión común: “El deseo
urgente de repensar la identidad de un país traumatizado por 25 años de
Gobierno militar”.
Con el horizonte artístico y de apoyo más despejado, los
creadores brasileños, cada uno de manera espontánea, empezaron a acelerar el
viaje de su país hacia el futuro.
Literatura: urbes con problemas
Para comprender la nueva realidad brasileña y su reflejo
literario se debe acudir a autores como Rubem
Fonseca asegura el académico Antonio Maura. “Este mundo urbano por el que deambulan delincuentes, prostitutas,
traficantes de drogas, policías corruptos, empresarios sin escrúpulos y
matarifes de toda índole y condición son hoy la materia narrativa de muchos de
los actuales escritores brasileños como Paulo Lins con obras como Ciudad de
Dios.
La emigración como problema y trasfondo de la acción,
asegura Maura, está presente en las novelas y poemas de Milton Hatoum con obras como Relato de un cierto Oriente y Dos
hermanos; y Tatiana Salem Levy con A chave de casa, que, aunque nacida en
Lisboa en 1979, tiene una sensibilidad plenamente brasileña, que enlaza con la
personalidad y la obra de Clarice.
Precisamente Lispector
es un clásico contemporáneo
que gana lectores y prestigio. Se trata, según Ofelia Grande, editora de
Siruela de “una autora que cambió la
forma de escribir y que llevó el lenguaje hasta sus límites en obras de la
mayor sofisticación literaria, pero que también supo ser cercana en sus libros
de no ficción dedicados a temas familiares o personales”. Es una parada
obligatoria en la narrativa contemporánea.
Música: ritmo y cadencia
La música ha ayudado a moldear la imagen del país en el
mundo, y a meterse en el alma de la gente, con un cómplice insuperable: el
Carnaval de Río con su colorido y movimientos.
Un mestizaje de celebraciones y músicas amerindias,
africanas, portuguesas y europeas esparcidas con la nueva mezcla de emociones y
sentimientos de mundos tan distintos como distantes. Samba, choro, maracatu,
forró, bossa nova, en seducción imparable desde finales de los años cincuenta y
popularizada mundialmente con La chica de Ipanema, con artistas como Vinicius
de Moraes, João Gilberto o Caetano Veloso, y en las últimas décadas el rock
brasileño.
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