miércoles, 2 de octubre de 2013

Brasil cuenta



El País, Suplemento “Babelia”, Sábado 28 de Septiembre de 2013
Brasil quiere conquistar al mundo con la vitalidad de su cultura y su arte
WINSTON MANRIQUE SABOGAL

Brasil aceleró su viaje al futuro hace veinte años. Y ahora lo alcanza con fuerza ofreciendo una pirotecnia planetaria de las artes. En los noventa, empezó una carrera para impulsar sus diferentes manifestaciones artísticas, apoyar la creación y promover toda su cultura por el mundo. Ese es el momento en el que se encuentra ahora. Sin abandonar, ni renegar de sus tópicos, pero sin dejarse asfixiar por ellos. No quiere seguir siendo prisionero del imaginario colectivo, ni dar solo lo que el mundo espera de él de acuerdo con esa mitología. Ahora el propio país es el principal tema de sus artistas.
Brasil quiere conjurar imaginarios arraigados y por venir. Y ha encontrado una pareja ideal para su esplendor económico: la cultura. Al igual que en lo financiero, en lo cultural todo son cifras gigantes. Los siguientes números lo definen: en la última década ha aumentado un 900% su presupuesto para cultura. Este año el ministerio dispone de 1.153 millones de euros, a los cuales hay que sumarles 800 millones en concepto de incentivos fiscales. Quieren diversificar su imagen y su presencia internacional para, según Rita Beret, agregada cultural de la Embajada en España, “dar visibilidad a otros aspectos de la cultura brasileña, más allá de los tradicionalmente difundidos como son la música popular, el carnaval y el fútbol”.
Brasil quiere conjurar su aislamiento en el mundo. El idioma portugués, cuya musicalidad y sonoridad gusta a todos, ha sido un obstáculo debido a su poco peso geopolítico global. Una manera de potenciar su visibilidad es el nuevo canal internacional Arte 1, dedicado a la cultura, y del reforzamiento del programa de radio The Brazilian Hour, que se emite las 24 horas en cuatro idiomas (portugués, español, inglés, francés).
Cuna del mestizaje étnico y cultural entre los nativos, Europa y África, Brasil ha dado nombres inmortales de artistas como Cândido Portinari y Tarcila do Amaral o escritores como João Guimãraes Rosa y Joaquim Maria Machado de Assis.
El ritmo de su historia empezó a cambiar a mediados de los noventa tras la caída de la presidencia de Fernando Collor, lo que dio como resultado la creación de nuevos modelos de financiación, asegura Walter Salles, uno de los cineastas brasileños más relevantes. El vistazo atrás que hace Salles del pasado reciente sirve para entender este presente: “En 1989, en el instante en que el país pensaba haber redescubierto el camino de la democracia, la cultura brasileña sufre un nuevo trauma con el caos económico y social deflagrado por el Gobierno de Collor. De las 5.000 salas de cine que existían, solo seguirían abiertas apenas 700 cuatro años después de su elección como presidente”. Junto al calvario del cine, las otras artes.
Hasta que se va Fernando Collor. Ahí se produce el cambio de paso y una misión común: “El deseo urgente de repensar la identidad de un país traumatizado por 25 años de Gobierno militar”.
Con el horizonte artístico y de apoyo más despejado, los creadores brasileños, cada uno de manera espontánea, empezaron a acelerar el viaje de su país hacia el futuro.
Literatura: urbes con problemas
Para comprender la nueva realidad brasileña y su reflejo literario se debe acudir a autores como Rubem Fonseca asegura el académico Antonio Maura. “Este mundo urbano por el que deambulan delincuentes, prostitutas, traficantes de drogas, policías corruptos, empresarios sin escrúpulos y matarifes de toda índole y condición son hoy la materia narrativa de muchos de los actuales escritores brasileños como Paulo Lins con obras como Ciudad de Dios.
La emigración como problema y trasfondo de la acción, asegura Maura, está presente en las novelas y poemas de Milton Hatoum con obras como Relato de un cierto Oriente y Dos hermanos; y Tatiana Salem Levy con A chave de casa, que, aunque nacida en Lisboa en 1979, tiene una sensibilidad plenamente brasileña, que enlaza con la personalidad y la obra de Clarice.
Precisamente Lispector es un clásico contemporáneo que gana lectores y prestigio. Se trata, según Ofelia Grande, editora de Siruela de “una autora que cambió la forma de escribir y que llevó el lenguaje hasta sus límites en obras de la mayor sofisticación literaria, pero que también supo ser cercana en sus libros de no ficción dedicados a temas familiares o personales”. Es una parada obligatoria en la narrativa contemporánea.
Música: ritmo y cadencia
La música ha ayudado a moldear la imagen del país en el mundo, y a meterse en el alma de la gente, con un cómplice insuperable: el Carnaval de Río con su colorido y movimientos.
Un mestizaje de celebraciones y músicas amerindias, africanas, portuguesas y europeas esparcidas con la nueva mezcla de emociones y sentimientos de mundos tan distintos como distantes. Samba, choro, maracatu, forró, bossa nova, en seducción imparable desde finales de los años cincuenta y popularizada mundialmente con La chica de Ipanema, con artistas como Vinicius de Moraes, João Gilberto o Caetano Veloso, y en las últimas décadas el rock brasileño. 

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