domingo, 17 de abril de 2022

Manuel Vilas & España




El escritor Manuel Vilas un día del año 2008 vio en el periódico la fotografía de estas dos personas de espaldas al espectador y escribió un poema sobre los protagonistas olvidados de aquella España de la Santa Transición.

LA ESPAÑA DE LA TRANSICIÓN

El rey Juan Carlos I está algo hinchado, 
y algo sordo, no oye a los periodistas.
Fue el dueño de un rato largo de la Historia.
Y ahora habla con los muertos mucho rato,
con su padre, a quien ya ha vuelto a ver en sus sueños.

El ex-presidente Adolfo Suárez 
se convirtió en el hombre invisible.
Murió su esposa, se entristeció para siempre,
y envejece en un lugar desconocido.
No recuerda nada porque nada hay que recordar.

El escritor Camilo José Cela se murió 
como muere la gente corriente. 
Parecía inmortal y eterno, pero no lo era.
Su viuda aparece muy de tarde en tarde 
en la prensa española, pero ya nadie la recuerda. 

El ex-presidente Felipe González
se divorció y se fue con una más joven.
Sale de vez en cuando en las televisiones.
Parece un hombre bueno, 
pero solo es un hombre envejeciendo.
Da consejos y opina de economía y de mercados.

La ex-miss del universo Amparo Muñoz
se disolvió tristemente 
en un piso de Málaga.
Dijeron que era una drogadicta y que por sus venas
corría la España de los años setenta.

El actor Fernando Fernán Gómez 
se murió de la misma forma 
que Camilo José Cela.
Cuando murió, 
murió una forma de ser español.

El gran Santiago Carrillo, el último comunista,
se morirá un día de estos, 
tal vez ya esté muerto ahora mismo. 
Resiste, porque el comunismo latió en su corazón
como una santa campana de penicilina. 
La gente se muere o está apunto de morirse.

Se murieron poetas a quienes ya nadie lee
como Gerardo Diego y novelistas oscuros
como Torrente Ballester; y Gerardo y Torrente
parecen ahora mismo el mismo muerto, 
el mismo fiambre, gemelos españoles.

El juez Baltasar Garzón ha engordado 
y está envejeciendo. 
Persigue a los fantasmas que no persiguieron
aquellos que ya también se volvieron fantasmas.

Fantasmas que no persiguieron 
a otros fantasmas más antiguos,
porque entre los fantasmas la antigüedad
en el cargo se llama Historia de España.

Me dan pena los muertos españoles.
Oh, sí, qué pena dan los muertos españoles.

¿No te parece?, hermano mío, mi compatriota.


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