El País, Domingo 21 de Mayo de 2014
ENTREVISTA
“Se ha creado una imagen
positiva de Brasil totalmente exagerada”
Caetano Veloso nunca se
ha plegado a lo que se esperaba de él y se reinventa constantemente
Este icono de la cultura
brasileña ha tomado un camino que transita con éxito por el rock
Hoy, con 71 años, lucha
por mantenerse lúcido y feliz
CARLOS GALILEA
Desconfía del caetanismo,
pero le encanta caetanear. Camaleónico nato, siempre ha sentido la necesidad de
mostrar a todo el mundo lo que descubría. Ha trabajado con Pina Bausch, David
Byrne y Carlos Saura. Cantó en inglés a Cole Porter, Dylan y Kurt Cobain; en
español, Contigo en la distancia y Un vestido y un amor; en italiano, Come
prima, y en francés a Henri Salvador. Han grabado sus creaciones desde Beck,
Chrissie Hynde y el grupo Beirut hasta Jorge Drexler y Miguel Poveda. Caetano
Emanuel Viana Teles Veloso cumplirá 72 años en agosto. Y nos recibe en la
habitación de un hotel de Lisboa, la ciudad donde ha comenzado una gira de un
mes por Europa, que le va a traer el 29 de mayo a Madrid (Teatro Circo Price) y
el día 31 a Barcelona (festival Primavera Sound). Le acompaña un pequeño grupo
de rock, la Banda Cê, con tres músicos que por edad podrían ser sus hijos, para
presentar en concierto su disco Abraçaço y recordar algunas de sus canciones
más queridas.
Dicen que es usted una de
las personalidades brasileñas más inexplicables. Yo preferiría ser un poco más
explicable [se ríe]. Björk dijo en una entrevista: “No quiero ser entendida.
Querer ser comprendida es una arrogancia”. Bien, pues yo siempre quise que me
comprendieran.
“Brasil parece un mundo
de construcciones que ya son ruinas”… Lo dije inspirado por Tristes trópicos,
de Lévi-Strauss, que leí en 1968. Me apasionó. Una de las cosas
interesantísimas que escribe es que, en Brasil, las cosas empiezan a ser
construidas mal y ya pasan de construcción a ruina sin llegar a la realización,
sin completarse.
¿Realmente? Hace un mes,
The New York Times publicó un reportaje sobre Brasil en el que fotografiaron
grandes puentes, viaductos… Están en ruinas y nunca fueron terminados. Cosas
caras. Ahora muchos de esos aspectos negativos salieron a la luz porque no hace
mucho se creó una imagen positiva del país totalmente exagerada. Mucha gente
celebró que Brasil fuese elegido como sede del Mundial de fútbol y de los
Juegos Olímpicos. Miles de personas protestan hoy en las calles. Algunos
estadios no están terminados, su precio no ha sido explicado a la población,
las transacciones entre el Gobierno y las constructoras no son muy claras y la
FIFA no es una entidad internacional que goce de gran respeto ético.
¿Su patria es la lengua
portuguesa? Es una frase de Bernardo Soares en el Libro del desasosiego, “mi
patria es la lengua portuguesa”, que modifiqué un poco en la letra de Lingua al
escribir que mi patria es mi lengua. Creo que una de las características más
desafiantes e inspiradoras de Brasil es el hecho de hablar portugués. Es el
único país de las Américas en que se habla portugués, y un país de dimensiones
continentales, en el hemisferio sur, donde vive la mayor población negra fuera
del continente africano.Siempre lleno de promesas y siempre fallido. Ese
vínculo lingüístico-histórico con Portugal me parece un gran desafío y aumenta
nuestra responsabilidad de crear algo original en el mundo. Es una
inevitabilidad de la condición del brasileño.
¿Siempre ha actuado como un
desestabilizador de consensos? Bueno, eso sucedió, no puedo negarlo [se ríe]. Y
sigue ocurriendo. Es difícil, cuando revuelves las cosas en profundidad, que
las consecuencias no originen más gestos desestabilizadores. A mí me resulta
difícil.
En sus últimos conciertos
en España, muchos se sorprendieron al no escuchar sus canciones más conocidas.
Alguien llegó a escribir que faltaba bossa nova y sobraban psicodelia y rock.
¿Qué piensa al respecto? Ese comentario se parece a lo que decían los
brasileños en 1967. ¿Qué puedo hacer?
No le gustaría vivir
fuera de Brasil, pero si se viera obligado solo piensa en dos lugares: Nueva
York y Madrid. Así es. Viviría en Nueva York o en Madrid porque en esas
ciudades me siento a gusto. Conocí España vía Cataluña. En aquellos años
Barcelona era más animada. Madrid tenía el peso, no solo del franquismo, sino
de la proximidad de Franco. Igual que las personas en Roma sienten el peso de
la cercanía del Papa. Era terrible. Al liberarse de Franco, Madrid se iluminó y
se animó. Para mí es como una ciudad brasileña sin las desventajas de Brasil,
porque Brasil es un país demasiado desigual con esos abismos de clase y muchas
otras cosas terribles. Admiro París, me parece linda, y Roma es una ciudad
maravillosa, pero al poco tiempo tengo la impresión de estar en otro momento de
la historia. En Madrid siento que es hoy, igual que en Río y en Nueva York.
¿Por qué le gusta tanto
la palabra ciudad? Nací en una pequeña ciudad del interior, pero la sensación
nítida de que aquello era una ciudad era algo indiscutible para nosotros. Soy
de una generación que vio migrar la vida de las áreas rurales a las urbanas.
Mucha gente dice que la ciudad trajo estrés a los seres humanos, y que cuanto
mayor es la ciudad, mayor el estrés. Estoy de acuerdo, pero brinda una gama
mucho mayor de posibilidades.
En Santo Amaro, donde
nació, ¿no se sentía para nada al margen? Es curioso porque hoy día se ve mucho
más cine comercial estadounidense –salvo en salas especializadas– que cuando yo
era joven. Incluso en las grandes ciudades. Hace ya muchos años que no hay
cines en Santo Amaro. Nosotros íbamos siempre y comentábamos las películas.
Veíamos filmes estadounidenses, franceses, italianos, mexicanos… Escuchábamos
Radio Nacional de Río de Janeiro y Radio Sociedade de Bahía y leíamos las
revistas que salían cada semana, O Cruzeiro, Manchete… Nos sentíamos en el
mundo y en un mundo urbano.
Cuando Moreno [su hijo
mayor] era un niño, y estando en Nueva York, le dijo: “Papá, esto se parece a
Santo Amaro”. Tomamos un taxi para ir al aeropuerto y, con el fin de evitar
embotellamientos, el taxista prefirió pasar por Harlem. Moreno lo dijo al ver
que había personas negras sentadas en las puertas de sus casas, conversando.
Con las canciones
grabadas en español y en inglés, ¿volvía a Santo Amaro? Cuando grabé Fina
estampa y A foreign sound, que son dos discos en lenguas extranjeras, con
canciones extranjeras, me refería sobre todo a mi infancia. Parecen discos
sobre cosas extranjeras. Y, curiosamente, la gente no lo sabe, pero se lo digo
ahora, de toda mi discografía son los dos más basados en recuerdos.
¿Cómo era el universo
familiar? En casa éramos un montón y, sobre todo, mujeres. Mi padre vivía con
tres hermanas suyas mayores, dos solteronas y una viuda, una hija de la viuda y
dos hijas de otra hermana que ya había fallecido y que ya eran de la edad de mi
madre. Se casó con mi madre y la trajo a aquella casa. Su primer hijo fue una
mujer, el segundo otra mujer y, finalmente, el tercero un hombre. Tres hombres
seguidos y ya Bethânia.
El músico y lingüista
Luiz Tatit sugiere que sería usted más un artista de la independencia (“poder
no hacer”) que de la libertad (“poder hacer”). ¿Qué le parece? Interesante esa
distinción. Igual hasta tiene razón [risas].
¿Es importante poder no
hacer? Sí. Sobre todo para alguien como yo, que siempre tiene ganas de hacer mucho.
Se necesita bastante valor para no hacer. A Augusto de Campos [poeta
brasileño], citando a alguien, le gustaba mucho, y todavía le gusta, repetir
que de alguna forma la relevancia de un trabajo de creación artística está en
aquello que el autor dejó de hacer. Él está a favor de la economía, pero no
creo que yo sea buen ejemplo de autor económico.
¿Independiente entonces?
Me gustaría mucho ser totalmente independiente [risas].
¿Mejor que el silencio,
solo João Gilberto? João ya no debería impresionarme, pero lo hace. El otro día
le escuché de nuevo cantando Me chama, de Lobão. También escuché el disco que
grabó en México cantando Astronauta [canturrea los primeros compases de la
canción]. Parecía que no le hubiese escuchado nunca. ¿Cómo puede sorprenderme
tanto? Es increíble la inteligencia con la que usa los recursos artísticos.
¿Recuerda la primera vez
que le escuchó? Claro, fue un gran impacto. Yo tenía 17 años. Un compañero me
dijo en el instituto que había un tipo que, mientras la orquesta iba para un
lado, él cantaba hacia el otro, todo desafinado. “Y como a ti te gustan las
cosas locas, creo que te va a gustar”. Me llevó a un club que había en Santo
Amaro y me mostró la grabación de João. Me quedé sin palabras. Todo lo que
puedo pensar hoy sobre Brasil, nuestra vida, la música, la creación artística o
la responsabilidad por las cosas, lo sentí de golpe en el momento que escuché
aquello.
Ya cantó y grabó con él.
No me sirvió de nada.
Si hasta le produjo un
disco… No produje una mierda. Estuve intentando convencerle de que cantase
algunas canciones que interpreta y que nunca ha grabado. Y él, cabezón, grabó
de nuevo Chega de saudade, Desafinado… Aunque también grabó Segredo, de
Herivelto Martins. Le insistí mucho. ¡Y lo que hizo armónicamente con Desde que
o samba é samba! No he intentado aprenderlo para no confundirme y sigo
tocándola tal como la escribí. Pero le escucho a él y me quedo maravillado.
Hace 100 años, un 30 de
abril, nació Dorival Caymmi, otro bahiano revolucionario. En mi opinión, es la
figura más intensa, musical y artísticamente, de la música popular en Brasil.
Cualquier persona, de cualquier lugar del mundo, de cualquier formación
musical, que escuche atentamente aquel disco que reúne las grabaciones de
Caymmi con una guitarra, va a entender lo que estoy diciendo. Ya sea un músico
de música erudita experimental moderna, un autor de canciones populares, un
rockero o un nostálgico de los años treinta.
¿Cómo puede saberse
tantas canciones de memoria? De Caymmi me sé unas cuantas. Sé muchas canciones,
aunque mi memoria no es tan buena como antes.
¿Tiene necesidad de
interpretar canciones de otros? Es verdad que canto muchas canciones de otros.
Si estoy en casa y agarro la guitarra para cantar, canto composiciones de otras
personas. A las mías no les encuentro la gracia. Únicamente cuando canto para
personas a las que les gustan mis canciones. Pero en casa, estando solo, nunca
interpreto canciones mías. Me aburre.
Un taxista de Nueva York
le dijo que había oído en la radio su grabación de Come as you are, de Nirvana,
y que por fin había entendido la letra de la canción. Y me acordé de una frase
de Fernando Trueba: “No entendí Help hasta que se la oí cantar a Caetano”. Me
impresiona todo lo que sabe Trueba sobre la música brasileña y la mía en
particular. Lo que sabe en cantidad y, sobre todo, en profundidad.
¿Y Almodóvar? Pedro es mi
amigo y todo un personaje. Representó en cierto modo todo aquel despertar de
Madrid con su cine y su personalidad. Siento una enorme admiración por él.
Recuerde alguna anécdota
con él. Estaba en Bahía pasando el verano con nosotros. Y en Salvador, el 31 de
diciembre, hay una broma muy popular entre los chicos que juegan al fútbol: se
visten de mujer con ropas viejas que cogen a sus hermanas o sus madres. Pasamos
con el coche al lado de un campo en el que los jugadores llevaban vestidos. Y
Pedro miraba aquello y no daba crédito: “Os lo habéis inventado”, decía. Como
si lo hubiésemos preparado adrede para él. Yo le decía en broma que parecía que
tenía celos de Brasil, de las cosas que pasan allí. Eso me recuerda una vez que
Polanski estuvo en Bahía con Jack Nicholson en los años setenta. Fue a mi casa
y, nada más entrar y saludarme, se produjo una caída de la red eléctrica en el
barrio, y las bombillas parecían brasas en la oscuridad. Y Polanski preguntó:
“¿Lo han preparado ustedes para mí?”.
Hace años escribió que su
música estaba llena de imágenes invisibles que venían de la gran pantalla… Hay
mucho de cine en mis canciones. Ya desde antes, pero en la época del
tropicalismo se hace muy evidente porque la propia idea del tropicalismo fue
estimulada o desencadenada por la visión de Terra em transe, de Glauber Rocha.
Y alimentada por las películas de Godard.
Siendo adolescente le
deslumbró La strada y, años más tarde, le puso a una canción el nombre de
Giulietta Masina. Tengo su rostro en la cabeza desde que vi la película por
primera vez.
“Visión del silencio”,
dice en la que dedicó a Antonioni. No pude cumplir el sueño de conocer a
Fellini, pero tuve mucho contacto con Antonioni al final de su vida, y fue
maravilloso. No hablaba, pero era muy elocuente. Enrica, su mujer, una persona
muy comunicativa, tenía una sintonía impresionante con él. Ella hablaba por él,
y él dirigía, refinaba la sintonía, con la mirada o con un gesto. Era una cosa
muy bonita. Para quien hizo aquel cine, acabar siendo un hombre silencioso, y
aun así igualmente comunicativo, es muy significativo. Parece una de sus
películas.
¿Nunca le tentó la
política como a su amigo Gilberto Gil que ha sido ministro de Cultura de
Brasil? La política formal no me atrae. Es necesaria mucha dedicación. Pensar:
“Ahora voy a dedicar mi tiempo y mi energía a eso”. Yo no puedo. Necesito
dedicarme a actividades artísticas 24 horas al día.
En su disco Abraçaço hay
una canción, ‘Um comunista’, para Carlos Marighella, líder de la guerrilla
urbana en tiempos de la dictadura. ¿Por qué ahora? Es una cuestión de la
respiración histórica del ritmo de los tiempos. Jorge Amado murió queriendo que
se levantase un monumento a Marighella en Salvador. Los de la lucha armada
contra la dictadura ejercían una atracción a distancia. Y no solo a distancia.
Una amiga mía, colega de la Facultad de Filosofía, que en 1968 se metió en la
lucha armada, me pidió que prestase apoyo logístico al movimiento. Le dije que
sí. Pero nunca hice nada. Supongo que habría sentido mucha angustia. Pocos
meses más tarde, Gil y yo fuimos encarcelados. No por eso, porque los militares
nunca lo supieron. Lo saben hoy porque lo estoy contando.
Marighella murió
acribillado por la policía de la dictadura cuando usted estaba exiliado en
Londres. Y salió una fotografía de su cadáver en la misma portada de la revista
en la que aparecíamos Gil y yo por primera vez después de la prisión y el
exilio. Solo una fotografía porque, con la dictadura, no se podía contar nada.
Estábamos Gil y yo sonrientes en el puente de Waterloo, con el Big Ben detrás.
Y encima de nuestra foto, un recuadro pequeño con la de Marighella muerto. Yo
estaba triste y medio deprimido. Al ver la portada, me deprimí aún más.
También ha escrito Base
de Guantánamo, una canción que trata de la violación de los derechos humanos.
¿Le ha desilusionado Obama? Me gusta mucho Obama, me gusta su estilo, y me
parece muy significativo que sea presidente de Estados Unidos. Me gusta su
inteligencia cuando habla y las intenciones que llega a revelar. Pero noto que
no es una personalidad política del tipo que consigue dominar aquellas fuerzas
inmensas que constituyen Estados Unidos. Es brillante, pero políticamente
resulta relativamente débil. Yo preferiría que fuese más fuerte.
Tiene una columna
dominical en el periódico O Globo. ¿De qué habla allí? No consigo redactar algo
que tenga un razonamiento organizado. Comienzo a escribir sin saber adónde voy
a llegar. Y no llego a ningún lado. Pero quedan allí unas sugerencias. El
principio de la pregunta es la parte más importante. Me resistí mucho antes de
aceptar, pero el argumento que me pareció más fuerte fue que, si escribía
semanalmente, quizás iba a calmar esa historia de las personas que quieren
saber qué pienso. Porque ven que soy limitado y que en aquella columna se agota
el asunto. Pero me da trabajo escribir cada semana un texto de aquella
extensión. No sé cómo lo logro. Escribo a toda prisa, siempre a última hora. No
consigo organizarme para escribir el texto durante la semana. Me prometí que
escribiría unos cuantos y los tendría de reserva, pero no lo hice. Tengo ganas
de parar para poder hacer otras cosas.
Ya ha discutido con
presidentes, ministros, periodistas… Sí, con mucha gente. Aunque no fueron
peleas. Bueno, a veces sí que lo fueron.
Criticó usted a Lula, y
doña Canô [la madre de Caetano, fallecida en 2012, a los 105 años] le pidió
disculpas públicamente al presidente. Este la llamó para decirle que no se
preocupara, que a él le gustaba la música de su hijo. ¡Vaya con Lula! Fue a
visitarla a Santo Amaro dos veces. Me conmovió lo que hizo. Creo que es un gran
personaje histórico.
Tanto en Abraçaço en
estudio como en su disco en directo se incluye esa canción cuya letra dice:
“Estoy triste tan triste / Y el lugar más frío de Río es mi cuarto”. ¿Qué le
pasaba cuando escribió esto? Estaba triste… El año 2013 fue más bien triste y
ya venía del año anterior. Espero que este mejore.
Con la edad ¿qué es lo
que más echa de menos? Siento mucha falta de aquella alegría espontánea del
cuerpo de una persona joven. Creo que es algo que todo el mundo siente cuando
envejece. Y ventajas… Hay cierta ventaja en no tener que prestar mucha atención
a lo que los otros piensan de ti porque ya no estás construyendo una
personalidad. Tengo dificultad para vivir mi vida como si estuviese definida
ya, aunque no haya mucho tiempo por delante para hacer cosas que… en fin, puede
ser que aún haga algo que cambie radicalmente mi vida.
¿La mirada de los demás
cambia cuando uno ya ha cumplido los setenta? Sí que cambia. Por un lado es más
fácil porque te consideran alguien que ya está establecido en algún lugar, que
te gusta o no te gusta, te interesa o no, pero que ya sabes lo que es. Y hay,
en la actitud de la gente con los más viejos, un poco de cariño, un poco de
respeto y también un poco de desprecio.
¿Sigue pensando que de
cerca nadie es normal? De cerca nadie es normal.
Caetano Veloso
(Santo Amaro da
Purificação, Bahia, 1942) es hijo de doña Canô y del señor José, y de la Bahía
de Todos los Santos de Jorge Amado y Dorival Caymmi, la de rostro ibérico,
cuerpo americano y alma africana. Frente a la casa en la que nació hay un
pequeño monolito con esta frase en portugués: “Caetano Veloso, muchacho de la
tierra, te queremos”. Junto a Gilberto Gil lideró el movimiento tropicalista,
ruptura de falsas dicotomías tradición/modernidad, buen gusto/mal gusto, que
retomaba el humor, el sentido crítico y el espíritu antropofágico del
Movimiento Modernista de 1922. Una propuesta dionisiaca de música, cine, teatro
y artes plásticas para agitar conciencias con la fuerza del rock and roll y la
elegancia de la bossa nova.
No hay comentarios:
Publicar un comentario